Enseñar a Compartir Sin Conflictos: Mi Aventura Real (y lo que Aprendí)

¡Hola, mamá guerrera! Si estás leyendo esto, es muy probable que la palabra «compartir» te provoque un ligero tic en el ojo o, como mínimo, un suspiro profundo. Y es que enseñar a nuestros peques a compartir sin que se desate la Tercera Guerra Mundial en el salón puede parecer una misión imposible. Ese grito de «¡MÍO, MÍO, MÍO!» que parece la banda sonora oficial de la infancia temprana… créeme, lo conozco muy, muy bien. 😅

En casa hemos pasado por todas las fases: desde el «no pienso soltar este camión ni aunque me lo pida el mismísimo Capitán América» hasta el «si mi hermano lo toca, lloro hasta deshidratarme». Ha habido momentos de frustración, de no saber qué hacer, de sentir que estaba fracasando estrepitosamente en una de las lecciones más básicas de la convivencia. Pero, como en tantas otras cosas de esta aventura llamada maternidad, he aprendido que no hay fórmulas mágicas, solo mucho ensayo, error, paciencia y, sobre todo, entender qué pasa por esas cabecitas.

Hoy quiero abrirte las puertas de mi experiencia, sin filtros, para contarte lo que hemos vivido en casa intentando enseñarles a compartir sin que haya (tantos) conflictos. Porque sí, se puede avanzar, aunque sea a pasitos de tortuga.

Entendiendo el «No Quiero Compartir»: ¿Por Qué Les Cuesta Tanto?

Antes de lanzarme a buscar soluciones, necesité entender por qué a mis hijos (y a la mayoría de los niños pequeños) les cuesta tanto compartir. Y no, no es porque sean pequeños tiranos egoístas con un plan malévolo para volvernos locas (aunque a veces lo parezca, ¿verdad?).

No es egoísmo puro, es desarrollo (¡menos mal!)

Resulta que, especialmente entre los 2 y los 4 años, los niños están en una etapa egocéntrica. Esto no significa que sean malos, sino que su cerebro aún no está preparado para entender del todo la perspectiva de los demás. Para ellos, el mundo gira a su alrededor, y sus deseos y necesidades son lo más importante. La empatía, esa capacidad de ponerse en el lugar del otro, es algo que se va desarrollando poco a poco. Así que, cuando tu peque se aferra a un juguete como si su vida dependiera de ello, recuerda que es parte de su proceso evolutivo.

Además, el concepto de «compartir» es bastante abstracto para ellos. ¿Significa que se lo doy y no me lo devuelve? ¿Que tengo que dejar de jugar yo para que juegue otro? Es confuso. Necesitan tiempo y muchas experiencias para entenderlo.

Sus tesoros más preciados: El valor de «lo mío»

Para un niño pequeño, sus juguetes no son solo objetos. Son extensiones de sí mismos, parte de su identidad que se está formando. «Este coche es mío» significa mucho más que la simple posesión. Es una forma de definirse, de entender los límites entre él y el resto del mundo. Cuando les pedimos que compartan algo muy querido, es como si les pidiéramos que compartan un trocito de ellos mismos. ¡Normal que se resistan!

Entender esto me ayudó a rebajar mis expectativas y a armarme de una dosis extra de paciencia. No se trata de justificar los gritos o los empujones, sino de comprender de dónde vienen para poder abordarlos de una forma más empática y efectiva.

Mis Primeros Intentos Fallidos (y las Lecciones que Saqué a la Fuerza)

Confieso que al principio, mi enfoque para enseñar a compartir era un poco… digamos, autoritario y basado en el «porque lo digo yo». Spoiler: no funcionó. De hecho, creo que a veces hasta empeoró las cosas.

El «¡Comparte ya!» que solo generaba más lágrimas

Mi primera reacción ante una disputa por un juguete era el clásico: «Venga, cariño, comparte con tu hermano/amigo. Hay que ser bueno». Si la cosa no fluía, subía el tono: «¡He dicho que compartas! ¡Ahora mismo!». ¿El resultado? Más llanto, más frustración (mía y de ellos) y un niño sintiéndose obligado, incomprendido y probablemente enfadado. El juguete se compartía a regañadientes, o no se compartía, y la tensión quedaba en el ambiente. Claramente, esta no era la vía para fomentar una actitud generosa y voluntaria.

Cuando quitar el juguete empeoraba las cosas

Otra «genial» idea que tuve fue la de «si no sabéis jugar juntos y compartir, me llevo el juguete y no juega ninguno». Pensaba que así aprenderían la lección. ¡Error! Lo único que conseguía era dos niños enfadados conmigo, sintiéndose castigados y sin haber aprendido absolutamente nada sobre cómo resolver el conflicto o por qué compartir podría ser bueno. Simplemente, les arrebataba el objeto de la discordia y el problema seguía latente, listo para explotar con el siguiente juguete.

También probé con el chantaje sutil: «Si no compartes, no vamos al parque» o «Hasta que no compartas ese muñeco, no hay postre». ¿Funcionaba a corto plazo? A veces. Pero me di cuenta de que estaba enseñándoles a ceder por miedo a una consecuencia o por obtener una recompensa, no por un entendimiento real del valor de compartir. Y eso, a la larga, no me parecía un buen camino.

Estas experiencias me enseñaron que forzar, castigar o chantajear no solo no ayuda a enseñarles a compartir sin conflictos, sino que puede generar resentimiento y una asociación negativa con el acto de compartir. Necesitaba un cambio de chip.

Lo que SÍ nos está Funcionando (Pasito a Pasito) para Enseñar a Compartir sin Dramas

Después de muchos tropiezos y lecturas (¡benditos blogs de otras madres y algún que otro libro de crianza!), empezamos a probar otras estrategias. Y aunque no hay varitas mágicas y seguimos teniendo nuestros momentos de tensión, hemos notado una mejoría. Son pequeños cambios, pequeñas herramientas que, sumadas, van calando.

La magia de los turnos: «Ahora tú, ahora yo»

Esta ha sido una de nuestras grandes aliadas. En lugar de forzar a compartir «ya», introdujimos el concepto de los turnos. «Vale, entiendo que ahora quieres jugar tú con la excavadora. ¿Qué te parece si juegas un ratito y luego le toca a tu hermano?». A veces funciona solo con decirlo, otras necesitamos un poco más de ayuda.

Para los más pequeños, un temporizador visual (de cocina, del móvil, un reloj de arena) puede ser muy útil. Les da una referencia concreta de cuánto dura «su» tiempo y cuándo le toca al otro. Al principio había protestas, claro, pero poco aoco han ido entendiendo la dinámica. Recuerdo una vez con un puzzle nuevo que los dos querían a la vez. Puse el temporizador 5 minutos para cada uno. Hubo tensión al principio, pero ver el tiempo correr y saber que luego les tocaría, les ayudó a esperar. Y lo mejor fue que, después de un par de turnos, ¡empezaron a hacerlo juntos! Pequeñas victorias que saben a gloria. ✨

Juguetes «de todos» y juguetes «especiales»: Respetando su espacio

Esto fue un antes y un después. Entendí que no todos los juguetes tienen por qué ser compartidos obligatoriamente, especialmente aquellos que son muy especiales para ellos. En casa tenemos juguetes que son «de todos» (bloques de construcción, algunos cuentos, pelotas) y cada uno tiene sus «tesoros» (ese peluche inseparable, el regalo de cumpleaños que adoran).

Con los juguetes especiales, les damos la opción. «Este es tu dinosaurio favorito, ¿verdad? Si no quieres prestarlo ahora, está bien. Podemos guardarlo mientras juega tu amigo y sacáis otros juguetes que sí sean para compartir». Esto les da control, les hace sentir respetados y, curiosamente, a veces les predispone más a compartir voluntariamente otros objetos. Reconocer su derecho a tener algo «solo suyo» es fundamental.

Ser el ejemplo: ¿Compartimos nosotros en casa?

Los niños aprenden por imitación, así que la pregunta del millón es: ¿nos ven compartir a nosotros, los adultos? Y no me refiero solo a compartir el último trozo de tarta (que también 😉). Hablo de compartir tiempo, espacio, ayuda, una sonrisa.

Intentamos ser conscientes de esto en el día a día. «Mamá te deja su sitio en el sofá para que estés más cómoda», «Papá comparte sus herramientas contigo para arreglar esto juntos», «Voy a compartir mis galletas contigo». Verbalizarlo les ayuda a entender el concepto en situaciones cotidianas. Si nos ven colaborar y ser generosos entre nosotros y con ellos, es más probable que interioricen ese comportamiento.

Jugar a compartir: Convertirlo en algo divertido

A veces, la mejor forma de enseñar algo es jugando. Hemos incorporado juegos que implican compartir y colaborar:

  • Juegos de mesa cooperativos: Aquellos en los que todos ganamos o perdemos juntos.
  • Construir algo entre todos: Una torre de bloques, un fuerte con cojines.
  • «Te presto, me prestas»: Con dos muñecos, simular que uno le presta un objeto al otro y luego se lo devuelve. «Gracias por prestarme tu coche, ¡ha sido muy divertido!».
  • Cocinar juntos: Compartir ingredientes, turnos para remover.

Hacerlo de forma lúdica le quita presión y lo asocia con algo positivo.

Ponerle nombre a lo que sienten: «Entiendo tu enfado, cariño»

Cuando surge el conflicto, antes de saltar con la solución, intento validar sus emociones. «Veo que estás muy enfadado porque querías la pelota roja y la tiene tu hermana. Es normal sentirse así cuando queremos algo mucho». Reconocer su sentimiento, sin juzgarlo, a menudo ayuda a que se calmen un poco y estén más receptivos. No significa que les dé la razón en el comportamiento (si ha habido un empujón, por ejemplo), pero sí en la emoción. Es un primer paso para que ellos mismos aprendan a identificar y gestionar lo que sienten.

Celebrar los pequeños grandes gestos

Cuando, por voluntad propia, comparten algo (aunque sea una migaja de pan o el coche menos interesante de su colección), ¡lo celebramos! Un «¡Qué bien, cariño! ¡Has compartido tu dibujo con tu hermano! ¡Qué generoso!» con una sonrisa sincera puede hacer maravillas. El refuerzo positivo es mucho más efectivo que el castigo. Les ayuda a sentirse bien consigo mismos y a querer repetir esa conducta.

Cuando la Bomba Explota: Gestionando el Conflicto en Directo

A pesar de todas las estrategias, los conflictos por los juguetes siguen ocurriendo. Es inevitable. La clave, para mí, está en cómo reaccionamos en ese momento.

Mi mantra: Calma, mamá, calma (aunque cueste un mundo)

Lo primero, y lo más difícil a veces, es mantener la calma. Si yo me altero, ellos se alteran más. Respiro hondo (o lo intento) y me acerco. Si hay golpes o gritos muy fuertes, separo físicamente si es necesario, con suavidad pero con firmeza. «Veo que estáis muy enfadados, vamos a calmarnos un poquito cada uno por separado y luego hablamos».

Ayudarles a encontrar sus propias soluciones

Una vez que los ánimos están un poco más calmados (y si la edad lo permite), intento mediar para que encuentren una solución. Les pregunto qué ha pasado, qué querían, cómo se sienten. Luego, «¿Qué podemos hacer para solucionarlo? ¿Se os ocurre alguna idea?». A veces proponen turnos ellos solos, o cambiar un juguete por otro. Fomentar que piensen en soluciones les da herramientas para el futuro. Si son muy pequeños, les ofrezco yo alternativas basadas en lo que hemos practicado: «Podéis jugar por turnos, ¿queréis usar el reloj?».

Más Allá de «Prestar Juguetes»: El Verdadero Significado de Compartir

Con el tiempo, he intentado ampliar la idea de «compartir» más allá de los objetos materiales. Compartir también es:

  • Compartir tiempo: Jugar juntos.
  • Compartir experiencias: Contarnos cómo nos ha ido el día.
  • Compartir ayuda: «Te ayudo a recoger los juguetes».
  • Compartir alegría: «¡Mira qué dibujo he hecho, quiero compartirlo contigo!».

Enseñarles que compartir enriquece, que nos conecta con los demás y que nos hace sentir bien, es el objetivo final. No se trata solo de evitar peleas, sino de cultivar la generosidad y la empatía.

No Estás Sola en Esto: Un Abrazo y Mucha Paciencia ❤️

Querida mamá, si estás en medio de esta batalla, quiero que sepas que no estás sola. Enseñar a compartir es un proceso largo, lleno de altibajos. Habrá días en los que te parecerá que no avanzas nada, y otros en los que te sorprenderán con un gesto de generosidad que te derretirá el corazón.

Lo importante es ser constante, paciente y, sobre todo, comprensiva contigo misma y con tus peques. Están aprendiendo, y nosotros también. Cada familia encuentra su camino. Lo que funciona para unos puede no funcionar para otros, y está bien. Confía en tu instinto y celebra cada pequeño logro. ¡Mucho ánimo en esta aventura!

¿Y a ti? ¿Qué trucos te han funcionado (o no) para enseñarles a compartir sin que haya conflictos? ¿Alguna anécdota memorable? ¡Me encantaría leerte en los comentarios! Compartir nuestras experiencias nos ayuda a todas. 😊

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *