¿Quién no ha vivido esa escena? Son las tres de la madrugada, la casa en silencio (¡milagro!) y de repente, unos pasitos sigilosos se acercan a tu cama. O peor, un grito desgarrador que te hace saltar como si hubieras pisado una pieza de Lego descalza. Sí, hablo de los miedos infantiles. Esos compañeros de viaje, a veces pasajeros, a veces más persistentes, que aparecen en la vida de nuestros peques y, de paso, en la nuestra, poniéndolo todo un poquito patas arriba. Y si estás leyendo esto, seguramente es porque te preguntas cómo afrontar los miedos infantiles de tus hijos, buscando alguna luz en este túnel a veces oscuro. ¡Pues bienvenida al club, mamá! Aquí no hay varitas mágicas, pero sí mucha experiencia compartida y la certeza de que, juntas, se lleva mejor. ❤️
Recuerdo perfectamente las primeras veces que mi hija mayor empezó con el «mamá, hay un monstruo debajo de la cama». Mi primera reacción fue, lo confieso, una mezcla de agotamiento y un poco de «pero si los monstruos no existen, cariño». ¡Error! Pronto aprendí que para ella, ese monstruo era tan real como el plato de macarrones que se había comido para cenar. Y mi papel no era negar su miedo, sino acompañarla a transitarlo. Porque los miedos infantiles más comunes son, precisamente eso, comunes. Son parte de su desarrollo, una señal de que su imaginación está a tope y de que están aprendiendo a procesar el mundo que les rodea.
Entendiendo el Origen de sus Miedos (¡Y de los Míos También!)
Antes de entrar en el «cómo lo hice yo», creo que es importante pararnos un segundo a entender de dónde vienen estos temores. Los expertos dicen que los miedos infantiles son evolutivos. El miedo a la oscuridad, por ejemplo, es ancestral. Nuestros antepasados necesitaban estar alerta en la noche. El miedo a la separación es vital para la supervivencia del bebé. Y a medida que crecen, su capacidad de imaginar se dispara, ¡y con ella la de crear seres fantásticos que habitan en los armarios!
Para mí, fue clave entender que validar su miedo no significaba darle entidad al monstruo, sino a su emoción. «Entiendo que tienes miedo, cariño. Estoy aquí contigo». Eso, que parece tan simple, a veces es el primer paso más poderoso. También me di cuenta de que mis propias ansiedades o mi forma de reaccionar influían. Si yo me ponía nerviosa o impaciente, la cosa solía empeorar. Así que, parte de aprender a afrontar sus miedos infantiles implicó también un trabajo personal de paciencia y calma (¡o al menos intentarlo! 😅).
Mi Top 3 de Miedos Infantiles y Cómo los Navegamos (o Intentamos Navegar)
Cada niño es un universo, y sus miedos también. Pero hay algunos que se repiten bastante en muchas casas. Aquí te cuento los que más guerra nos dieron y qué fuimos probando, con aciertos y algún que otro tropiezo divertido.
1. El Clásico de los Clásicos: Miedo a la Oscuridad y los Monstruos Nocturnos
Este fue, sin duda, el que más noches en vela nos costó. Con mi hija mayor, empezó sobre los tres años. Pasamos de dormir del tirón a tener visitas nocturnas constantes. «Mamá, hay sombras». «Mamá, he oído un ruido».
- Lo que intentamos y nos funcionó (a ratos):
- La luz de noche: Probamos de todo. Desde la que proyectaba estrellitas (que al principio molaba, pero luego decía que las estrellas la miraban raro) hasta una simple de enchufe con luz cálida. Al final, una tenue y constante fue la ganadora.
- El «Spray Anti-Monstruos»: ¡Bendita creatividad! Un pulverizador con agua y unas gotas de lavanda (que además relaja). Antes de dormir, rociábamos juntas las esquinas «peligrosas» y debajo de la cama. El efecto placebo, a veces, es una maravilla. Ella sentía que tenía una herramienta.
- Revisión exhaustiva: Cada noche, antes del cuento, hacíamos una «inspección» juntas. Abríamos el armario, mirábamos debajo de la cama con una linterna. Esto le daba sensación de control.
- Cuentos «amigos»: Buscamos cuentos donde los monstruos no fueran tan malos, o incluso fueran miedosos. «Donde viven los monstruos» se convirtió en un favorito, porque al final, Max los controlaba.
- Presencia y paciencia: Hubo noches en las que nada de esto funcionaba y lo único que calmaba era mi presencia. Me sentaba a su lado hasta que se dormía, o incluso (que no me oigan las puristas de según qué métodos) acababa durmiendo un rato con ella en su cama o ella en la nuestra. En esos momentos, la prioridad era su calma y nuestro descanso posible. La maternidad real a veces implica saltarse las «normas» por el bienestar familiar. Afrontar estos miedos infantiles requería flexibilidad.
2. El Temido Miedo a la Separación (¡Hola, Ansiedad de Guardería!)
Con mi segundo hijo, el gran reto fue el miedo a la separación. La entrada a la guardería fue un drama. Lloros, agarrones de pierna nivel koala desesperado… Se me partía el alma cada mañana. Y la culpa, ¡ay la culpa materna!, haciendo de las suyas.
- Estrategias que nos ayudaron a suavizarlo:
- Despedidas cortas y con mensaje positivo: Aprendí que alargar la despedida era peor. Un abrazo fuerte, un «te quiero mucho, mamá vuelve después de la merienda, ¡juega mucho!» y salir, aunque por dentro estuviera hecha un flan. La seguridad en mi voz era clave.
- Objeto de transición: Un pequeño muñequito que «le cuidaba» mientras yo no estaba. A veces, un pañuelo con mi perfume. Algo tangible que le recordara a casa y a mí.
- Anticipación (sin dramas): La noche anterior o por la mañana, hablábamos de lo que haría en la guarde, de los amigos, de la profe. Siempre en tono positivo.
- Validar su emoción al recogerle: «Sé que me has echado de menos, cariño. Yo también a ti. ¿Qué tal lo has pasado?». Dar espacio a esa emoción contenida.
- Confianza en las educadoras: Hablar con ellas, que me contaran cómo estaba después de irme (normalmente, a los cinco minutos ya estaba jugando). Eso me tranquilizaba a mí, y esa tranquilidad, de alguna forma, se la transmitía a él. Superar estos temores infantiles era un trabajo en equipo.
3. Miedo a lo Desconocido o Situaciones Nuevas (Médicos, Cumples con Mucha Gente, Cambios…)
Ir al pediatra, una fiesta de cumpleaños con muchos niños desconocidos, empezar una nueva actividad… Cualquier cosa que se saliera de la rutina podía generar un bloqueo importante, especialmente en mi hija mayor, más introvertida.
- Cómo lo enfocamos para darle seguridad:
- Información es poder (adaptada): Explicarle con antelación qué iba a pasar, de forma sencilla y respondiendo a sus preguntas. «Mañana vamos a ver a la doctora Ana. Te escuchará el corazón con un aparato que hace ‘toc-toc’ y mirará si has crecido mucho. No duele nada, es para ver que estás súper sana».
- Role-playing: ¡Jugar a los médicos en casa era un must! Ella era la doctora y yo la paciente, o al revés. Así se familiarizaba con los instrumentos (de juguete, claro) y el proceso. Para el miedo a los cumpleaños, jugábamos a «la fiesta» en casa con sus muñecos.
- Pequeñas elecciones, gran control: Dejarle elegir qué ropa ponerse para ir al médico, o qué juguete pequeño llevarse «para que le acompañe». Sentir que tiene algo de control sobre la situación reduce la ansiedad.
- Reforzar su valentía (sin exagerar): «Has sido muy valiente hoy en el médico, estoy muy orgullosa». No tanto por el resultado, sino por el esfuerzo de afrontar su miedo.
- Ir a su ritmo: Si en una fiesta no quería separarse de mi lado al principio, no forzar. Poco a poco, observando, solía animarse. A veces, el mejor modo de afrontar un miedo infantil es simplemente dar tiempo y espacio.
Lo que SÍ me Funcionó de Verdad (y lo que fue un Adorable Desastre)
Más allá de estrategias concretas para miedos infantiles específicos, hay algunas claves que, en mi experiencia, marcan la diferencia:
- Validar, validar y volver a validar: Nunca minimizar su miedo. Frases como «eso no es nada», «no seas bebé» o «los niños mayores no tienen miedo» son contraproducentes. Para ellos, su miedo es real y necesita ser reconocido. «Veo que tienes miedo, es normal sentirse así a veces. Estoy aquí para ayudarte».
- Escucha activa y sin juicios: Dejar que se expresen. A veces, solo necesitan contar esa historia enrevesada sobre el monstruo con tres ojos y pelo verde para que pierda un poco de fuerza. Asentir, preguntar con curiosidad (sin interrogar) y simplemente estar presente.
- Herramientas creativas: El dibujo es una gran aliado. «Vamos a dibujar a ese monstruo. ¿Y si le ponemos unos zapatos de payaso y un sombrero ridículo?». Transformar el miedo a través de la creatividad puede ser muy liberador. También inventar finales alternativos a sus pesadillas o cuentos donde el protagonista supera un miedo similar.
- Fomentar la autonomía progresiva: No se trata de eliminar el miedo por arte de magia (¡ojalá!), sino de darles herramientas para que ellos mismos sientan que pueden manejarlo. Una linterna propia, una «piedra de la valentía» en el bolsillo, una canción que les dé fuerza…
- Paciencia infinita (o casi): Los miedos infantiles no suelen desaparecer de un día para otro. Es un proceso, con avances y retrocesos. Habrá días mejores y días peores. La constancia en nuestro apoyo es fundamental.
- Cuidarme yo: Esto es crucial, mamás. Si estamos agotadas, estresadas o ansiosas, es mucho más difícil acompañar con calma. Buscar nuestros pequeños espacios de autocuidado, pedir ayuda si la necesitamos, nos recarga las pilas para poder estar presentes para ellos. Recuerda que para afrontar los miedos infantiles de tus hijos, tú también necesitas estar fuerte. 💪
Y sí, también hubo desastres adorables. Como aquella vez que intenté explicarle a mi hijo que el ruido del vecino de arriba era «el gigante bueno que nos cuidaba por la noche». Resultado: dos semanas temiendo que el gigante bueno se cayera del techo. A veces, nuestras mejores intenciones no salen como esperamos, ¡y no pasa nada! La maternidad también es aprender a reírse de una misma.
Un Recordatorio Importante: Cada Niño es un Mundo (¡Y Cada Madre También!)
Lo que funcionó de maravilla con mi hija mayor, a veces no servía para nada con el pequeño, y viceversa. Cada niño tiene su propio temperamento, sus propias sensibilidades y su propio ritmo para procesar y superar los miedos infantiles. No hay recetas universales. Lo más importante es observarles, conectar con ellos y adaptar nuestras estrategias.
Y, por favor, ¡no te compares! Ni compares a tus hijos con otros. En esta tribu de madresreales.es, sabemos que cada familia libra sus propias batallas y celebra sus propias victorias. Lo que le sirve a tu vecina puede no servirte a ti, y está bien. Lo fundamental es el amor, la paciencia y la intención de acompañar.
Conclusión: Respira Hondo, Mamá, lo Estás Haciendo Genial
Afrontar los miedos infantiles puede ser agotador, lo sé. Hay noches que parecen eternas y preocupaciones que nos quitan el sueño. Pero quiero que te quedes con esto: acompañar a nuestros hijos en sus miedos, validar sus emociones y ofrecerles un puerto seguro es uno de los mayores actos de amor que podemos hacer. No se trata de que no tengan miedo nunca más, sino de que aprendan que pueden sentir miedo y, aun así, ser valientes, contar con nuestro apoyo y encontrar sus propias herramientas para gestionarlo.
Estás enseñándoles resiliencia, confianza y que sus emociones importan. Y eso, querida mamá, es un regalo impagable. Así que respira hondo, confía en tu instinto y recuerda que no estás sola en esto. Somos muchas navegando estas mismas aguas, a veces turbulentas, de la crianza.
¿Cuáles son los miedos infantiles más comunes en tu casa? ¿Qué truquitos te han funcionado a ti para ayudarles a afrontarlos? ¡Me encantaría leer tu experiencia en los comentarios! Compartir nos enriquece a todas. ¡Mucho ánimo y un abrazo fuerte! ✨
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